UNOS INICIOS DIFÍCILES.
Admirador de Batistuta, Ronaldo, Zidane y Carrasco, Morales recuerda que su llegada a México no fue sencilla, ya que el clima, la altura y la comida fueron sus principales enemigos a vencer.
"Me costo trabajo el clima porque llegue a Toluca y sufrí la adaptación en la altura y luego la comida, porque adaptarme al picante me costo mucho, ahorita ya puedo comer de todo pero mi comida favorita sigue siendo de Uruguay porque le ponemos sazón diferente".
Sin embargo, la diversidad del país lo envolvió tanto que se ha convertido en uno de sus lugares predilectos.
"Lo que más me gusta es que es un país que lo tiene todo porque sin salir de México puedes disfrutar de historia si te vas a las pirámides, hay mucha cultura y ni qué decir de las playas"
Morales recuerda su infancia en Uruguay y sus inicios en el fútbol. "Para la mayoría de los niños, el fútbol era distracción, para mi implicaba triunfar. Un partido representaba anteponer el alma y el espíritu infantil para hacer realidad el sueño de mi vida", explica.
Se acuerda de cuando jugaba al fútbol a los cinco años en la calle o en los baldíos bautizados como "campitos". "Siempre me fascinó el fútbol, jugaba todo el tiempo tanto que para mí el mayor castigo era que no me permitieran salir, prefería las palizas".
LA DESTREZA DE "EL TIBURÓN".
El viaje a Suiza se canceló, pero el destino lo llevó a la plantilla del O'Higgins de Chile. "Luego del River Plate me fui a Chile donde estuve con tres equipos distintos y a México llegue para jugar en la temporada 1995-1996 con los Diablos Rojos de Toluca".
Sin embargo, el atacante confiesa que todo tiene un precio sobretodo al tener que dejar sus raíce s para enfrentarse al mundo y realizarse como jugador.
"Cambiar de país por el fútbol siempre cuesta trabajo, es una forma de vida distinta, una alimentación distinta y un entorno distinto, pero uno sacrifica estar en lugares que le gusta por estar a gusto con el fútbol".
Consciente de que no puede compartir todo el tiempo que quisiera con su familia, el jugador recuerda con nostalgia las llamadas de sus hijos para ir a fiestas o acudir a los festivales escolares a los que por cumplir con el entrenamiento no puede asistir.
"Los niños son los que sufren más, porque hay una fiesta o un evento en la escuela y la mayoría de veces no puedo acudir y ellos se ponen tristes de que el resto de los padres vayan y uno no pueda estar ahí; se sufre mucho si uno se pone en lugar de ellos, pero mi familia ha entendido eso y me ha apoyado", explica mientras abraza con la mirada a sus hijos.
Carlos María Morales, el hombre, el deportista, el padre de familia, quien sabe valorar el hecho de que se puede lograr un sueño, también sabe que existen altibajos en esa dura carrera y que la fama no lo debe apartar del suelo.
"La fama es relativa, esto es una cosa hermosa porque la gente te admira, los niños te tienen como ejemplo pero es algo pasajero, es una profesión que elegiste y la gente la disfruta pero no puedes sentirte mas allá que una persona normal; nosotros tenemos que tener los pies en la tierra y ser ejemplo porque mucha gente gira o mira entorno a lo que haces tú".
Y aunque reconoce que la vida del futbolista es sinónimo de disciplina y sacrificio, el charrúa no se visualiza lejos de las canchas.
"Cuando me retire de jugar quiero seguir ligado al fútbol, ahora disfruto lo que estoy haciendo pero sé que va a llegar el momento en que voy a tener que dar un paso encontrado y entonces me irá a donde pueda ser mas útil a un equipo".